Este artículo cuenta la historia del mecánico mayor de la Armada, Miguel Ghersi Cárdenas, cuya labor fue fundamental para la localización del aljibe del Instituto Hidrográfico con el que se pudieron apagar las llamas del segundo almacén de minas.
Julia Sáez Cabañas y María Luisa Pérez Capella viajaron a Cádiz para disfrutar de unas vacaciones, fruto de un premio de las Hijas de María. La muerte les sorprendió cuando habían ido a visitar a la familia Palacios, que acababa de tener su tercer hijo.
Uno de los grandes sueños del alcalde Cayetano del Toro fue dar esplendor a los arrabales de la ciudad, con unos grandes astilleros y unos campos elíseos como los de Madrid. Horario Echevarrieta tomó más tarde el testigo, llevándole la catástrofe a la ruina.
Uno de los cadáveres que fue enterrado sin identificar fue el de María Rossi Sánchez, madre de María Luisa Ruiz Rossi. Ambas murieron bajo los escombros de su casa de Tolosa Latour. Uno de sus descendientes recuerda su memoria.
En 1946, un año antes de la Explosión, un B-17 norteamericano sobrevoló la ciudad de Cádiz mostrando con nitidez detalles de la zona que un año después sería devastada por la catástrofe. La antigua Fábrica Nacional de Torpedos custodiaba la armas causantes del siniestro.
Una de las principales reivindicaciones de algunos investigadores y colectivos de la ciudad es lograr el uso compartido de las instalaciones del actual Instituto Hidrográfico de la Armada, para convertirlo en un lugar de ocio y cultura en homenaje a las víctimas de la Explosión.
Antes de la catástrofe, las niñeras se reunían en los campos de Bahía Blanca con los hijos de las familias que cuidaban. Una de ellas perdió a su hijo, albergado en la Casa Cuna. Regla Quintero nos recuerda aquellos momentos vividos.
Entrevista con dos testigos de excepción. Antonio Espeleta era botones del hotel Francia y París, y vio llegar de la calle a un horrorizado Antonio Machín buscando a su mujer. Por su parte, Rosario Babot grabó en su memoria el trajecito con el que había salido a pasear aquella noche.
Antes de la catástrofe, las niñeras se reunían en los campos de Bahía Blanca con los hijos de las familias que cuidaban. Una de ellas perdió a su hijo, albergado en la Casa Cuna. Regla Quintero nos recuerda aquellos momentos vividos.
José Marroquín Roldán hacía el servicio militar en la base naval siniestrada. El día de la Explosión le tocaba hacer la guardia nocturna en el Taller de Lanchas Rápidas, pero esa misma mañana solicitó un permiso de vacaciones. Su compañero Tudela le cubrió el turno y murió sepultado por los escombros.